Hablemos de terror. Qué buen momento para hacerlo, ¿verdad? Qué fecha más perfecta. Aunque, en realidad, para los que amamos el género, todo el año es Halloween, toda fecha es perfecta y todo momento es bueno. Pero teniendo claro que es Halloween y que toca prepararse algún que otro especial dedicado a la ya conocida como la spooky season (algo así como la temporada espeluznante o escalofriante, el período que va desde el primer día de octubre hasta hoy, 31, Halloween). Y como en esta web cultural somos muy, muy amantes de la literatura de terror, vamos a hablar de literatura de terror. Y de editoriales, de una en concreto. Sin embargo, antes de adentrarnos en ella, antes de dedicarle unas palabras a uno de los espacios literarios más interesantes de la actualidad, vamos a analizar con brevedad el alcance del terror. Porque, al fin y al cabo, es un género popular. ¿No llamaríais así a un género que llena las salas de cine y con el que es fácil ganar un buen dinero mediante la película más barata que os podáis imaginar? Sin olvidar su éxito en la televisión y como es capaz de repetirlo con cómics y videojuegos. ¿Y en la literatura? Ah. De eso sabemos un poco en España; tanto para bien como para mal.
Bill Thompson, nada más y nada menos que el hombre que descubrió a Stephen King, logrando que se le editara "Carrie", afirmó en una entrevista sobre el de Maine que antes de que apareciera en el panorama literario fantástico, el terror tenía una aceptación bastante baja, en especial entre la crítica profesional. Prácticamente, se lo valoraba a la altura del cómic de entonces. Más allá de los clásicos, ¿quién leía terror? Y aunque autores como Richard Matheson fueron esenciales para que ocupara el lugar que merece entre el público, no fue hasta que llegó el Rey que pasó de lectura para unos pocos a lectura para unos muchos. Y, aun así, el terror es un género que parece tener un techo bastante claro si hablamos de número total de lectores. Es algo que no le suceden, por ejemplo, a las novelas históricas y románticas. Ni siquiera al suspense y/o al thriller, que tanto juguetean con el terror de vez en cuando. Yendo más lejos, y considerando que el género fantástico está formado por el terror, la ciencia ficción y la fantasía, ni estos dos géneros sufren lo mismo que el terror. A cambio, está más que demostrado que el terror posee a los lectores más fieles, a aquellos que lo compran todo (o casi todo, claro), que siempre se mantienen en la brecha y que están a las duras y a las maduras. El lector de terror busca su droga, y si para eso tiene que pasar del terror cotidiano al psicológico, y por medio tomarse unas tacitas de splatterpunk y novelas Z (de zombis, vamos), pues encantado de la vida. Los lectores de terror son los mejores, no sólo del mundo mundial, sino también del universo universal. Verdad verdadera.
Dejando a un lado consideraciones divertidas, hay que reconocer que Bill Thompson, que si de algo sabe es de convertir el terror en un género popular gracias a un tipo alto y agradable capaz de crear pueblos malditos y monstruos con forma de payaso, tenía bastante razón. Hablaba en líneas generales, por supuesto, porque si se hubiera acercado, o se aproximase ahora al panorama del terror literario en España, se quedaría bastante consternado. O, dicho de otro modo, hubiera considerado que se quedaba tremendamente corto en cuanto a sus reflexiones acerca del terror literario. Y es que en un mundo donde millones de personas acuden raudas a llenar las salas de cine para pasar miedos con fantasmas y demonios, pero no hacen lo mismo a la hora de invadir las librerías para vaciar las estanterías del departamento de terrero, en nuestro país el panorama se acentúa tanto que podría considerarse desolador. Uno de los motivos resulta evidente: las editoriales. Y no, no me voy a poner ahora a criticarlas. ¡Cthulhu me libre! En todo caso, haría lo contrario, tengan sus más y sus menos. Sin embargo, sí que me gustaría señalar que el terror nunca ha estado bien visto por el grueso del espectro editorial de España, aunque algo está empezando a cambiar, y parte de la culpa la tienen Bram Stoker y la abadía de Carfax. Enseguida le encontraréis sentido a esta loca y maravillosa afirmación.
Y es que nos movemos en un país donde la literatura de terror parece sólo ser material idóneo para las editoriales pequeñas, medianas y/o independientes, y hablo a la hora tanto de publicar autores internacionales como patrios, aunque, en este halloweenesco caso, me gustaría detenerme en los primeros, porque de un tiempo a esta parte parecen no existir más allá del tío Steve, Clive Barker, Joe Hill y Adam Nevill, y no es que a estos tres últimos se les dé la publicidad que recibe el primero, por cierto, algo que debería cambiar, y más considerando que no son tan prolíficos. Las editoriales grandes le tienen tanto miedo al terror (valga la ironía) que son capaces de esconderlo bajo el amparo de las etiquetas del suspense y el thriller, aprovechando, como decía antes, esa proximidad que en ocasiones guardan. No bromeo, no; he visto novelas de zombis con el sello de "thriller" en las fichas de la web de la editorial en cuestión. No daré nombres; primero, porque estas líneas no van de eso; segundo, porque, afortunadamente, como también comentaba antes, algo está cambiando. Que se lo pregunten a Grady Hendrix, autor de "El exorcismo de mi mejor amiga" y "Cómo vender una casa encantada", que no deja de aparecer por aquí y por allá. ¡Como debe ser! No sólo de Maine vivimos los amantes del terror, y lo digo yo, que funciono con jugo de lector constante en vez de sangre.
Las editoriales pequeñas, medianas y/o independientes también están cambiando o, dicho de otro modo, ahora son capaces incluso de arriesgar más, y en tiempos tan convulsos para la literatura, en general, eso hay que agradecerlo, valorarlo y anunciarlo a bombo y platillo. Editoriales como Dilatando Mentes, Dimensiones Ocultas, Valdemar, Obscura, Dolmen y Almuzara (y éstas dos últimas no son precisamente pequeñas) han comprendido que deben de ir más allá a la hora de publicar, trayendo a esos escritores y escritoras internacionales de los que nadie ha oído nunca hablar dentro de nuestras fronteras para que eso cambie y nos empiecen a ser familiares sus nombres. Aun así, hay que poner en especial valor la creación de La Biblioteca de Carfax, y no me refiero a ningún hermoso y oscuro laberinto de libros londinense relacionado con cierto conde vampírico (aunque algo de eso hay), sino que hablo de la editorial nacida en 2017. Y digo que algo de eso hay con respecto al nombre de este magnífico proyecto editorial porque recordemos, amantes del terror, que la abadía de Carfax es un emplazamiento importantísimo en el clásico "Drácula", obra que sirve de guía para conocer de entrada a la editorial. De entrada, repito, porque una vez te sumerges en ella es fácil descubrir que va mucho más lejos, y ya es decir.
La Biblioteca de Carfax se levanta gracias a Shaila Correa y María Pérez de San Román, quienes deciden ponerse unos objetivos claros en relación a editar terror en nuestro país. No lo digo yo, ya que ellas mismas lo aclaran en algunas de las múltiples entrevistas que han dado desde el nacimiento de la editorial, entrevistas la mar de interesantes, debo añadir. Por si no fuera suficiente, el propio catálogo de La Biblioteca de Carfax habla junto a ellas, más que por ellas. Se pone el foco en los autores internacionales, sobre todo en las autoras, y aunque en principio parezcan todas de corte clásico, conforme los títulos se amontonan en su web, comprobamos que han ido abriéndose a historias más contemporáneas, en especial si son de escritoras y escritores que nadie ha publicado en nuestro país o, si se ha hecho, ha sido poco y/o mal. Y sí, hay narradores fallecidos y otros que siguen en pie, y que duren muchos, muchos años. En subgéneros también hay de todo; desde splatterpunk hasta gótico, pasando por thriller, cósmico y, uno de mis favoritos, folk horror. No le hacen ascos a las antologías, por cierto, así que es fácil hallar más de una (y de dos) con su sello. Además, sus ediciones poseen ciertas características que hacen reconocible que pertenecen a la editorial, como colocar el nombre de la traductora o del traductor en portada, un diseño de los libros que logra que parezcan que pertenecen a una colección perfecta para tener completa en la estantería y, ay, esas espectaculares portadas. Si Rafael Martín Coronel no tiene todavía un monumento, mucho se está tardando.
Entre los muchos aciertos de La Biblioteca de Carfax, y atentos para apuntar no pocas recomendaciones perfectísimas para estas fechas, está el de traernos, poco a poco, sin prisa pero sin pausa, toda la bibliografía de Jack Ketchum, pseudónimo que usaba el tristemente fallecido Dallas William Mayr a la hora de dar rienda suelta a su locura centrada en el horror humano, lejos del sobrenatural, con novelas como "Perdición", "Joyride" y la genial reedición de "La chica de al lado". También nos han presentado a autores como Stephen Graham Jones, una de las revelaciones del terror literario de los últimos años, en especial si hablamos del folk horror, con trabajos como "Mestizos", "El único indio bueno" y esa carta de amor para los que adoramos el género que es "Mi corazón es una motosierra". Pero la cosa no acaba ahí, por supuesto, porque también tenemos a Mary E. Wilkins, Samantha Kolesnik, Tananarive Due, Gemma Files, Todd Keisling, S. L. Coney, Marjorie Bowen, Sara Gran... A pesar de tener un catálogo no demasiado extenso, teniendo en cuenta el tiempo que lleva en pie (sus editoras ya han explicado que quieren hacer las cosas bien, y más en un panorama editorial no demasiado fácil para el género fantástico; de ahí que no publiquen aún a escritores y escritoras nacionales), su calidad es indiscutible, algo que ya se ha tenido en cuenta a la hora de concederles premios como el Ignotus que se llevó precisamente Stephen Graham Jones en el año 2023 por la novela corta "La noche de los maniquís". Bien merecido. Es el primero para La Biblioteca de Carfax, pero no será el último, eso seguro.
Para terminar, podría ir a lo fácil e insistir en todo lo bueno que conlleva que exista una editorial así, hablando desde la perspectiva de quien lee terror pero también escribe terror, amándolo en ambas posturas. Podría repartir nuevas lindezas acerca del diseño de sus libros, sus portadas, los detalles alrededor de las traducciones y todo el trabajo que llevan a cabo sus editoras; trabajo, no, trabajazo. Titánico, y me quedo corto, echando un buen vistazo a su catálogo (os animo a ello, por si todavía no ha quedado claro). Podría... Sin embargo, creo que para finalizar estas líneas es mejor que volvamos a los primeros párrafos, al hecho de que la literatura de terror tiene techo, uno muy concreto, y más o menos bajo según sea el mercado en el que se mueve. Y, aun así, atesora a los mejores lectores y lectoras del mundo. Shaila Correa y María Pérez de San Román son dos de ellas, y esa pasión por el terror las ha llevado a crear una de las mejores editoriales de género de nuestro país, una dedicada en exclusiva al terror, que más que un género es toda una emoción. A ver qué otro género puede decir eso. A ver qué otro género cuenta un proyecto editorial como La Biblioteca de Carfax. Pensadlo. Sea Halloween o no. Al fin y al cabo, cualquier momento es bueno para darle un fuerte abrazo al terror.
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