¡Hola, Francisco! Antes de nada, bienvenido a Chica Sombra, siéntete como en casa. Cuéntame, ¿cómo es un día normal en tu vida?
Pues me gustaría decir que mi rutina responde al canon del escritor bohemio, un poco como Jep Gambardella en La gran belleza, pero todo lo contrario. Me levanto sobre las cinco y media de la mañana, para intentar trabajar un par de horas antes de que despierten los niños. Habitualmente resuelvo temas de redacción que requieren mucha concentración. Porque a las ocho se acabó lo que se daba. Tengo tres hijos pequeños, uno de ellos con una discapacidad severa, y la conciliación con el trabajo es difícil. Mi mujer y yo nos ponemos a saco con ellos. No vuelvo a retomar mis tareas hasta, aproximadamente, las diez y media o las once, cuando ya están todos en el cole. Entonces pasa una período de la mañana en el que todos son llamadas de clientes exigiendo lo suyo. Hago lo que puedo. A las dos tengo un sueño que me quiero morir y normalmente elijo entre comer o dormir siesta. A las cuatro nos ponemos de nuevo en marcha para la “operación retorno” del cole. Dependiendo de qué día de la semana sea, hay que llevarlos a extraescolares o terapias. Luego, en casa, se les ayuda con los deberes, se les entretiene un poco, si hay mucho trabajo se intenta solucionar… A las siete y media ya estamos en pleno zafarrancho de bañeras y cenas. A las diez me dejo caer en la cama. Intento leer, porque un escritor debe leer. El libro se ríe de mí, yo me duermo, y así hasta la mañana siguiente.
Acabas de publicar La ronda, novela negra ambientada en Madrid, en la que el asesino va cambiando el modus operandi con cada víctima. Algo bastante original para tratarse de un asesino en serie, ¿no?
En realidad, La ronda comienza con dos muertes muy diferentes, ni siquiera se sabe si son asesinatos, en distintos puntos de Madrid, y encomendadas a dos policías de forma independiente. No desvelo (ni desvelaré en esta entrevista) si el asesino es uno o son dos, si el modus operandi cambia o no existe, si hablamos de un asesino en serie, de un psycho killer al uso, una trama mafiosa, lo que sea... Pero precisamente esto es lo interesante. En La ronda me aprovecho de los códigos clásicos del thriller y los empleo para jugar con el lector. Nunca está bien utilizar clichés, a menos que sea para dar pistas falsas a medida que la investigación avanza, y conseguir que tus protagonistas las superen y vayan desvelando algo muy distinto. Así, como haría un trilero, obligas al lector a que siga la pelotita en el vaso en el que no está la pelotita. Para un escritor de thriller es tan útil leer novelas malas como buenas, porque conocer bien las herramientas más manoseadas te ayuda a romper las expectativas del lector. Y esto lo que yo he intentado en La ronda, cogerlo todo y hacerlo trizas.
Desapariciones, atropellos, carreras ilegales... ¿Ha sido muy difícil encontrar el nexo común entre todo ello para que finalmente cuadre la historia?
No, porque el nexo común es la causa a partir de la cual se produce cada una de los hechos que mencionas. Yo construyo la narración desde el nexo hasta sus manifestaciones individuales, no al revés. La ronda es una novela que posee, lo que llaman los guionistas de Hollywood, un “high concept”. Es decir, una idea inicial a partir de la cual surge todo lo demás. Lo difícil no fue encontrar ese nexo común, sino colocar en su espacio cronológico y narrativo cada uno de esos hechos para que fueran coherentes entre sí. En ese sentido, sí que armar La ronda ha resultado como una especie de sudoku en el que cada cosa tiene un sitio preciso. Hay un momento en que uno de los personajes descubre la solución, y lo compara con las leyes de Kepler: de pronto, el movimiento de todos esos astros que parecían vagar de forma caprichosa por el cielo nocturno cobra sentido si aplico esta fórmula.
¿Es tan importante la propia ciudad de Madrid como el asesino?
Es un tópico decir que tal o cual escenario es un personaje más de tal o cual novela. En el caso de La ronda, el tópico se cumple. Madrid tiene más importancia aun que cualquiera de los personajes. Podría reescribirla cambiando hasta los protagonistas, pero no cambiando la ciudad. Sin Madrid no hay novela.
¿Por qué Madrid y no Oviedo, tu ciudad natal?
Eso me pregunto yo todos los días, desde que empecé a escribir. ¿Por qué mi primera novela negra tiene lugar en Calahorra, una pequeña ciudad de la Rioja, en lugar de en Oviedo? ¿Por qué ahora Madrid? Quizá por miedo a decepcionar lo que el lector asturiano esperaría de mí. Mi conexión con Asturias es débil, me fui de allí a los 18 años, y me falta un conocimiento profundo de qué está pasando ahora allí, de cuál es el zeitgeist que un lector asturiano quiere ver plasmado en una novela. Esa carencia se la puedes perdonar a un escritor foráneo, pero no a un paisano. En mis novelas sobre la Rioja podía asumir el papel de un entomólogo, que contempla a los calagurritanos como hormigas en un terrario, porque todos saben que yo soy forastero. Madrid no es de nadie y es de todos al mismo tiempo, cualquiera puede escribir sobre esta ciudad. Pero ser de Oviedo y hablar de Oviedo sin tener verdadera idea de lo que dices… eso no me lo iban a tolerar. Si algún día vuelvo a vivir allí y me entero de la vaina, la convertiré en un hermoso escenario.
La ronda es tu cuarta novela, pero, además, has publicado un libro de no ficción. ¿Es más complicado documentarse, o vaciarse ante el papel?
La ronda, para mí, ha sido un festival, fuegos artificiales, puro placer y diversión. Y lo ha sido por voluntad propia, porque mi anterior libro, Las manos cerradas (Sílex, 2020), me supuso hurgar en las heridas de mi desgarro. En aquel libro cuento la experiencia de ser padre de una niña con parálisis cerebral, con total sinceridad. Pero además de la vulnerabilidad y la desnudez que se siente al escribir autobiografía, también hay una inseguridad. Cada línea que escribes cuando escribes no ficción, cada afirmación taxativa que haces, te atemoriza. Porque sabes que va a quedar fija en negro sobre blanco y te da miedo estar equivocándote. Por eso dudas, consultas, vuelves a consultar… Con las novelas siempre tienes la excusa de que su verdad es mucho más abstracta; pertenecen al reino de la verdad, pero utilizan la ficción para desvelarla. Y eso es mucho más sencillo.
¿Me puedes contar algo sobre tus próximos proyectos?
Ahora mismo tengo un montón de proyectos que, al ver que he soltado La ronda, se acercan a mí, como perrillos en una perrera, compitiendo entre ellos por saber cuál es el adoptado. Veremos cuál gana.
Para terminar, darte mil veces las gracias y hacerte una última pregunta: ¿eres feliz?
No creo en la felicidad como un estado que pueda apoderarse de lo que uno es o no es. Creo en la suma de momentos alegres y placenteros a los que hay que restar los momentos desgraciados y los problemas y preocupaciones. De ese balance surge un resultado que no sé si llamar felicidad o infelicidad. Yo trabajo mucho, tengo preocupaciones, padezco ansiedad y he tenido que abandonar muchas cosas que me gustaba hacer. Pero, por otra parte, disfruto de mis hijos, de mi mujer, de la escritura, de la lectura, del patinaje, de las comidas con mis amigos. ¿Eso es ser feliz? Y yo qué sé.
Hola, una entrevista muy interesante, muchas gracias por compartirla.
ResponderEliminarBesos desde Promesas de Amor, nos leemos.
Gracias por la entrevista porque no conocía al autor y el libro pinta bien , besos.
ResponderEliminarNo conocía a este escritor. Gracias por compartir la entrevista.
ResponderEliminarBesos
Muy buena entrevista, bsss
ResponderEliminarNo conocía al autor así que gracias por presentármelo con esta genial entrevista.
ResponderEliminarBesotes!!!
Gracias por la entrevista, la novela de Paco la voy a leer en breve. Besos
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