Me acuerdo como si fuese ayer de la emisión del primer capítulo de El internado: Laguna Negra, con mi madre sentada a un lado y mi sobrino sentado al otro. ¡Lo que nos gustó! Desde el primer momento nos moríamos de la risa con las pequeñas Paula y Evelyn, con la sargenta Jacinta... ¡Y cuántos misterios! Y qué bonita amistad la de Vicky y Carolina... Así, semana tras semana, capítulo tras capítulo, mi madre, mi sobrino y yo ni siquiera pestañeábamos delante de la pantalla.  

Y, ahora, unos cuantos años después, llega El internado: Las Cumbres. Y ahí estaba yo, dispuesta a tragarme los prejuicios que normalmente me salen con este tipo de remakes. Y veo la primera temporada, y entonces echo de menos a Marcos, a Iván, a Vicky, a Carol... Porque este internado no es un instituto, sino una especie de centro de menores, una cárcel juvenil. Y los chicos y chicas... Qué decepción. ¿Dónde está la amistad que se respiraba en Laguna Negra? ¿Dónde están aquellas relaciones tan bonitas que se formaron? Aquí solo me he encontrado a niñatos y niñatas que no se aguantan ni ellos mismos. Y, por supuesto, cuernos, relaciones tóxicas y peleas de gallos de corral. 

¿Personajes?  

Laguna Negra 1- Las Cumbres 0 

En cuanto a la ambientación, no me puedo quejar. Los bosques del norte en los que se encuentra este nuevo internado son una auténtica pasada, así que, por ese lado, es totalmente disfrutable. Además, en cuanto a terror, en esta nueva entrega lo encontramos mucho más explícito, algo que también me ha encantado.  

Con los profesores me ha pasado lo mismo que con los personajes, parecen unos nazis despagados de todo, cuyo único objetivo en el internado es maltratar, castigar y hacer la vida imposible a los alumnos. El único bueno es el monje, interpretado por Alberto Amarilla, y atención... 

SPOILER 

Se lo cargan 

FIN DEL SPOILER 

Así que, sin duda, me quedo con Laguna Negra, con aquellas maravillosas noches que me dio, con esos benditos alumnos y sus magníficos profesores, con esa amistad que profesaba y por la que se regía todo el peso de la trama. 

Aun así, y para no ser injusta, diré que la primera temporada de Las Cumbres (dejando a un lado a los insoportables personajes) tiene unas cuantas dosis de terror del bueno, unos misterios que han quedado por resolver y una magnífica ambientación, pero yo me vuelvo al otro internado, aunque me llueva alguna que otra colleja de Jacinta.