Uno de los nombres más infames de la historia del crimen, Pedro Alonso López, más conocido como El Monstruo de los Andes, es un asesino
en serie que en el momento de su captura, en 1980, confesó más de 300 asesinatos
perpetrados en su Colombia natal, Ecuador y Perú.
Nacido en Colombia
el 8 de octubre de 1948 en un barrio humilde, pasó su infancia bajo la
influencia de la violencia de las calles. Cuando tenía nueve años, su madre,
prostituta de profesión y una persona muy autoritaria y severa con sus once
hijos, le sorprendió intentando abusar de una de sus hermanas menores, por lo que
lo echó de casa.
Durante los años posteriores fue víctima de abusos sexuales
en diversas ocasiones, y como declaró al ser detenido, sus crímenes fueron en
parte una venganza por su infancia robada.
Un estadounidense lo encontró vagando por la ciudad y lo
llevó con su familia para que viviera con ellos. Fueron los mejores años de su
vida, hasta que, con doce años, un profesor abusó de él y Pedro, aterrado, huyó de nuevo a las calles colombianas.
Al cumplir los dieciocho fue detenido por hurto. Durante su
estancia en la cárcel tres presos le violaron, pero en esta ocasión, el Monstruo de los Andes no se dejaría
pisotear. Al día siguiente, les degolló uno por uno.
La policía, considerándolo defensa propia, añadió tan sólo
dos años más a su condena.
Y al salir, en 1978, comenzó su ola de sangre.
Atraía a niñas pobres o indígenas de entre nueve y doce años
con su amabilidad, a veces incluso con dulces, y las llevaba a un lugar
apartado.
Una vez allí, las violaba y retenía hasta el amanecer.
Después, las volvía a violar mientras las estrangulaba hasta la muerte con sus
propias manos.
Decía que le gustaba mirarlas a los ojos en el precioso
instante en que morían, por lo que nunca las asesinaba de noche.
En algunas ocasiones se llevaba los cadáveres para “jugar”
con ellos, e incluso las llamaba “sus muñequitas”.
En una ocasión, fue descubierto por un grupo de indios
peruanos cuando iba a secuestrar a una niña de la zona, los cuales le torturaron
durante horas hasta que llegaron las autoridades, que le soltaron por falta de
pruebas.
López siguió
asesinando a niñas de aspecto inocente hasta que, en abril de 1980 en Ambato, cerca de Ecuador, fue detenido cuando iba a secuestrar a una niña de doce
años.
Cuando confesó los asesinatos, la policía no le creyó hasta
que Pedro les llevó hacia una fosa
que contenía más de cincuenta cuerpos.
Fue condenado a dieciséis años de cárcel en Ecuador por asesinar a 110 niñas.
Cumplió catorce por buena conducta y fue soltado en 1994.
El pueblo ecuatoriano estaba indignado, por lo que
decidieron detenerle de nuevo alegando que era un extranjero sin la
documentación en regla, por lo que fue extraditado a Colombia, donde fue procesado por sólo dos asesinatos de los 100 que
cometió. Allí le declararon demente y le internaron en un psiquiátrico del cual
salió inexplicablemente en 1998.
No cumplió condena por los aproximadamente 200 asesinatos
que cometió en Colombia y Perú.
Pedro Alonso López sentía
fascinación por la muerte y el sexo, una mezcla que, junto con sus gustos
pedófilos y la sed de venganza ante la pérdida de su propia inocencia, fue una
bomba que detonó y sembró el terror y el horror por las calles más desfavorecidas.
Los expertos aseguran que era un hombre metódico, ya que
seguía a sus víctimas y esperaba el momento preciso para secuestrarlas,
organizado y hedonista.
El Monstruo de los
Andes se encuentra en busca y captura por la Interpol desde 2002, sospechoso de un nuevo
asesinato.
Algunos creen que murió hace años a manos de un cazarecompensas
o de familiares de sus víctimas.
Desgraciadamente, nunca sabremos realmente qué pasó con este
vil asesino.
Fuentes:
- El Libro de los Asesinos, de Alicia Misrahi
Madre mía, que tipo!
ResponderEliminarUn saludo!
Que horrible historia.
ResponderEliminarOh dios!
ResponderEliminarQue horrible tio
¡Un beso!